7 de julio de 2011

GEMELOS

Os sitúo: tres o cuatro de la mañana. Silencio absoluto después de más de una hora de intendencias varias del tipo luz, pipí, miedo y el etcétera que cualquier papá o mamá sabrá. Por fin los padres conciliamos el sueño. Ese silencio se rompe por un alarido terrorífico que helaría la sangre al mismísimo Freddy Cruger. El pater de familia (yo) se incorpora con el corazón a mil, en las décimas de segundo que tarda mi espalda en regalarme la verticalidad valoro si es el mayor o el pequeño. Pero no, son gritos de dolor y de mujer ¡ es mi pareja ! y por el tono de los gritos estamos hablando de mucho dolor. Tiento la cama, la abrazo, ella también está sentada. Es como si le estuvieran cortando un brazo. No puede darme detalle, está todavía atontada, me asusto, ay, ay, ay. Inquiero, ¿qué te pasa?¿qué te pasa? Cuando logra despertarse del todo, entre los gritos de dolor, consigue por fin explicármelo: se me ha montado el gemelo. La abrazo con más fuerza, el corazón todavía desbocado, estiro del pie para contrarrestar la dichosa montadura, y en un minuto cada cosa vuelve a su sitio. Ella, con lo bien que se lleva con Morfeo, cae en el sueño de inmediato. A mí mi corazón no me deja. Pum, pum, pum ¡¡¡ malditos gemelos !!!

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