El patio era mi hábitat y el "rescate" mi modo de vida. Todo un Messi escurridizo al que era imposible alcanzar. Premonitorio era mi gozo viendo a tanta niña correr desesperada tras de mí. Lástima, no tardé en comprobarlo, que esa tendencia no fuera para toda la vida; poco después, incluso, se invirtieron las tornas, cambiando el patio por los garitos del barrio. El caso es que guardo en la retina mis requiebros creyéndome el mejor. Pero no. El mundo de la empresa, oficilandia, me ha vuelto a demostrar que en juegos de niños sigo lejos de los mejores. Me he encontrado con verdaderos artistas del "tú la llevas" ¿En qué consiste? Los que trabajen en empresas medianas o grandes van a darme la razón, seguro. Suena el teléfono, en cualquier departamento y cualquier persona toma el aparato. El artista escucha y comprende rápido que el asunto no es suyo. Emite sonidos guturales a modo de finta y hace un dribling al estilo "le paso con". El problema es que no sabe quien lo puede resolver. Entonces decide tirar al bulto, ahí es donde el genio del "tú la llevas" empieza a mostrarnos su verdadero arte. El incauto receptor de la llamada escucha al artista. Es un dueto, una dicotomía "genio-ingenuo". Éste último no tiene nada que ver con el tema, pero por arte de magia, cuando se quiere dar cuenta, tiene al otro lado del cable al cliente, mosqueado con el baile, mientras el artista ha desaparecido de la escena. Con maestría, mano izquierda y chulería, ha ejecutado con toda precisión el complejo arte del "tú la llevas" laboral. Porque ahora, el marrón es tuyo. Hala, ingenuo, tú la llevas...
24 de mayo de 2011
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