Nos obligan a pensar. Suena a cachondeo, la verdad, lo de la jornada de reflexión. Después de tirarse dos semanas invitándonos a no pensar ahora dicen pobrecitos, que se aturullan, vamos a dejarles un día para que se centren. Y la verdad es que dan ganas de hacerles caso y aprovecharlo, sí, pero para tomar impulso y calzarles un sopapo electoral que les deje temblando. Yo defiendo el “no voto activo” y global como forma de protesta, como culminación a este proceso de “vamos a darles una patada en el culo” que parece haber estallado con pausa pero con la intensidad de las cosas que perduran. La jornada de reflexión es un ninguneo más al ciudadano, al que le consideran incapaz de recibir soflamas y votar en consecuencia 24 horas antes. Esto me recuerda a la caducidad de los yogures: ¿ayer sí hoy no? La verdad es que, por ejemplo, un médico que ayer estuvo de guardia veinte horas, que realizó cuatro operaciones a vida a muerte y coordinó un servicio de urgencias con más de veinte profesionales en tensión, va a ser incapaz de ver una propaganda electoral mañana y no caer en la tentación de cambiar su voto. Ya estoy viendo a la eminencia babeando frente al televisor. Y no hace falta ser médico, o científico, basta con ser persona y adulta para tener las ideas claras. Ya puestos yo prohibiría las campañas electorales enteras ¡que descanso! Además, daríamos trabajo, una empresa externa y neutral se encargaría, por un lado, de recopilar las promesas electorales de la campaña anterior para hacer un balance de su cumplimiento y por otro sondearía los logros y gestiones realizadas durante los cuatro años tanto por el gobierno como los partidos de la oposición. Así tendríamos lo que tanto nos vendían en el colegio: la evaluación continua. Ahora que lo pienso, eso ya lo hacemos, no una empresa, sino todos y cada uno de nosotros. Ahora lo pillo, eso es lo que les da miedo, porque eso nos va a llevar a todos a Sol.
20 de mayo de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario