Existe, por fortuna, bueno, no por fortuna, por duros años de lucha, el derecho a la huelga de los trabajadores como medio de presión a las patronales y los gobiernos. Es un derecho regulado y que por lo tanto está sujeto a unas normas y al cumplimiento de los siempre controvertidos servicios mínimos. Sin ese derecho no se hubieran logrado todas esas cosas que ahora me permiten a mí, por ejemplo, escribir mientras mi pareja alimenta a nuestro hijo. Este derecho es incuestionable, pero ¿y el derecho a la no huelga?. Los piquetes son los macarras de las huelgas y se creen en el derecho a forzar al resto a compartir reinvindicación. Es cierto que luego los logros son para todos, pero ¿y si alguien no quiere hacer huelga?. Las razones pueden ser varias, porque su economía no se lo permita, por miedo, por falta de convicción o simplemente porque no esta de acuerdo con lo que se reclama. Entonces ¿cómo regulamos la situación de estas personas?, ¿quien ha decidido poner en marcha la huelga (sea la que sea)?. Imagino, por ejemplo, que si la cosa fuera por votación universal no debería existir el derecho a la no huelga, si los 100 trabajadores de una empresa votan ir o no a la huelga, igual que si sale el no los que quieren hacerla acuden a su trabajo, si sale el sí, deberían secundarla todos pues la mayoría ha decidido. Pero no parece tan sencillo. Quienes suelen recelar de las huelgas hablan precisamente de ese derecho que no está estipulado y es el derecho a la no huelga. Y quienes ven en las huelgas la legítima herramienta del trabajor recelan de quienes no se apuntan al carro de los perjuicios y estarán, como todos, en el saco de los beneficios.
No es un tema que me parezca tenga fácil solución, pero desde luego que detesto la violencia de algunos piqueteros, que escondidos en la masa y auspiciados por la razón que creen tener, obligan a los demás a seguir sus directrices sin cuestionarse la situación personal de cada uno. Solo he vivido una situación parecida, en uno de mis primeros trabajos. Los que estábamos a favor de la protesta hablábamos con aquellos que no la secundaban, y recuerdo un compañero que me dijo, mira, tengo un hijo, una hipoteca, no hago esta huelga porque no puedo, no porque no quiera. ¿Que hago?, ¿me ofendo porque ponga a su familia antes que mis necesidades?, ¿en base a qué?. Ante esto uno no tiene más que echarse el pito al bolsillo, desear suerte y marcharse con la murga piquetar a otra parte. Pues es eso lo que creo que nos falta, un poco de empatía con los demás, sobre todo cuando nos creemos en la razón absoluta, que suele ser muy frecuentemente. La empatía ¿alquien sabe donde se vende?.
No es un tema que me parezca tenga fácil solución, pero desde luego que detesto la violencia de algunos piqueteros, que escondidos en la masa y auspiciados por la razón que creen tener, obligan a los demás a seguir sus directrices sin cuestionarse la situación personal de cada uno. Solo he vivido una situación parecida, en uno de mis primeros trabajos. Los que estábamos a favor de la protesta hablábamos con aquellos que no la secundaban, y recuerdo un compañero que me dijo, mira, tengo un hijo, una hipoteca, no hago esta huelga porque no puedo, no porque no quiera. ¿Que hago?, ¿me ofendo porque ponga a su familia antes que mis necesidades?, ¿en base a qué?. Ante esto uno no tiene más que echarse el pito al bolsillo, desear suerte y marcharse con la murga piquetar a otra parte. Pues es eso lo que creo que nos falta, un poco de empatía con los demás, sobre todo cuando nos creemos en la razón absoluta, que suele ser muy frecuentemente. La empatía ¿alquien sabe donde se vende?.
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