8 de julio de 2024

 RECIBIR: 

En una de esas reuniones en las que las empresas grandes, sobre todo las americanas, buscan crear grupo, sinergias y todas esas palabrejas que se te puedan ocurrir, nos hicieron un interesante juego: durante un minuto, todos los componentes del departamento, nos pusimos en el centro de una especie de corro a recibir aplausos y vítores. Y no es fácil mantener el tipo, de eso se trataba precisamente. A mí me ocurre, sobre todo, y mucho, con la literatura. Si me dicen que mi pareja es tal, que alguno de mis hijos es cual, no me cuesta lo más mínimo seguir la línea, y sacar pecho, hasta presumir. En cambio, cuando es uno el que ha hecho algo y, reitero, sobre todo con las teclas, me cuesta, pero mucho, mucho. Me ha vuelto a pasar este fin de semana en Bolaños de Calatrava, Ciudad Real. El sábado estuvimos en la ceremonia de entrega del VIII certamen de relatos breves de Babel, donde recibí el premio nacional, y, además de vivir una experiencia cultural de alto nivel, que me rio yo de la entrega de los Oscar, durante un tiempo, amén de leer en público mi propio cuento (hablar no me cuesta, leerme ya es otro asunto), tuve un protagonismo literario que me cuesta gestionar con naturalidad. Incluso si vienes a decirme un improperio, a reírte de mí (soy de barrio, la agilidad, en todo los sentidos, te puede salvar la vida) te responderé rápido, certero, divertido, irónico...En cambio, cuando alguien cruza el patio de butacas, se acerca, me toca el brazo con una sonrisa y me dice "nos ha impactado tu cuento, es increíble"...yo, esbozo una sonrisa medio tonta, casi la de un niño al que le dicen que es muy guapo o que se porta muy bien. No me sale más que una agradecido ¿de verdad que os ha gustado? Incluso, acabada la entrega, repito, con una obra de teatro previa a cargo del grupo de la asociación Babel, maravillosa, que giraban en torno a la temática del propio concurso (infierno), llevados por la vitalidad de los organizadores, terminamos tomando algo con ellos en un pequeño concierto. Allí, tres mujeres a las que no conocía, me pararon y me hablaron del cuento, que habían estado allí, que les había impresionado. Ni las tres cervezas que llevaba ya me ayudaron a evitar esa sonrisa tímida y casi infantil. Pese a todo, una delicia, de vez en cuando, sentirse escritor.



NOTA FINAL: Enorme el trabajo cultural (y vital) que realiza la asociación Babel en Bolaños. 

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