Ya ha terminado la liga. Y de lo que más se habla es de la Neymarmanía. El marketing y el fútbol siempre han ido de la mano y de no ser por el uno, el otro sería lo que era antes ¿El qué? Pues un deporte. Ahora es un negocio. Muy luminoso, con mucha fanfarria, con mucho partido del siglo, mejores jugadores de la historia, records y demás mandangas televisivas. Hemos dado incluso una vuelta de tuerca más, porque Youtube es el ojeador más cualificado del mundo. Cuatro regates, una chilena, un gol de espuela y media Europa suspirando por un chaval de barrio. El dinero que se mueve es obsceno y puede que hasta inmoral. Cuando ves una ciudad lanzarse a la calle, con la que tenemos encima, porque su equipo sube o baja, o vaya usted a saber qué, me dan ganas de ir yo también y preguntarles si son conscientes de que todos (salvo los dos grandes, parece ser...) tienen deudas con Hacienda. Deudas que llevarían a la quiebra y quien sabe si a la cárcel, a la gran mayoría de los empresarios pequeños en España. Los grandes no, claro, los grandes empresarios son como los clubs de fútbol, tienen bigotes y se libran de todo. El fútbol es un paraíso fiscal que no necesita de transporte. Convivimos con él con toda la naturalidad del mundo. Y entiendo que en los momentos de bonanza aplaudiéramos un regate al tiempo que hacíamos la vista gorda, pero ahora que la tijera es el denominador común, que los equipos de fútbol sigan en ese limbo fiscal es humillante, sangrante y vergonzoso. El precio de las entradas de las final de la Copa del Rey (¡con el estadio lleno!) fueron la cruel metáfora de lo que cuento. Hemos dejado de ser un país de pandereta para ser un país de calzón corto y iphone cinco. Hoy retrasmiten en directo la presentación de Neymar en el Barcelona...que triste...os dejo, que no llego a tiempo para verla.
3 de junio de 2013
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