Empezamos la semana en modo CUENTO:
EL HOMBRE SOSPECHOSO:
No termina de leer la noticia, que
todavía tintinea en su móvil; total, él es del Atléti ¿qué le importa el
dichoso Mbappé? Al levantar la vista se fija en él. Es el momento que elige su
corazón para acelerarse durante unos eternos segundos. Siente los latidos en
las sientes y un profundo vértigo, el eufemismo con el que suele disfrazarse el
miedo. Mira a la chica que tiene en frente. Bajita, con flequillo a lo Cleopatra.
Los ostentosos cascos dorados forman un círculo con su inabarcable sonrisa. En
circunstancias normales solo se habría fijado en el escote, pero ahora le
gustaría pedirle que observara al tipo extraño y lo que maneja entre las manos.
Quizá solo sean imaginaciones suyas. Puede ser generosidad o la esperanza de
que, al compartir el miedo, éste sea menor. No sabe cómo hacerlo. Ella parece
intuir la mirada de su compañero de vagón y agranda un poquito más su sonrisa, tímida,
pese a todo, como si esperara encontrar algo más que miedo en esos ojos tan abiertos.
Un gesto con la mandíbula, acompañado con una ligera inclinación de la cabeza,
la invitan a mirar a su izquierda. Lo hace. Casi se le cae el móvil del susto,
que voltea entre sus dedos como un acróbata en el fin de su ejercicio. El breve,
pero intenso, suspiro llama la atención de su compañero de asiento, que
instintivamente mira también a la izquierda, donde sigue el hombre, ajeno al
temor que ha empezado a generar en el vagón. El mismo instinto le invita a
cerrar el ipad sobre su pecho, ¡qué importa perderse lo que le queda de
capítulo! Solo queda una mujer, de avanzada edad, que trata de ver todos y cada
uno de los videos que le reenvía su nieto. Suerte que está jubilada, se dice,
abriendo uno tras otro. Todos la observan y ella termina sintiendo esas
miradas. Los audita uno a uno, como esperando encontrar una explicación a tanta
expectación. Entonces lo ve. En la esquina. Solitario. Guarda como un resorte
el móvil y se levanta, para no sentirse tan sola, ni tan cerca de él, colocándose
junto al joven del atleti. El silencio dentro del vagón hace evidente, no solo en
la preponderancia del traqueteo, sino la tensión espesa que empieza a
acumularse. Llega una nueva estación. El tren decelera, hasta pararse al
completo. Los cuatro se miran. Es el momento de huir. Músculos en tensión. Las
puertas se abren. Pero entonces el hombre sospechoso se da cuenta de que es su
parada, cierra el libro de golpe y sale aceleradamente. Cuando las puertas se
bloquean de nuevo, todos respiran aliviados.
NOTA: Inspirada en una frase de la novela "Orquesta" de Miki Otero.
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