17 de junio de 2024

 Empezamos la semana en modo CUENTO: 

EL HOMBRE SOSPECHOSO:

            No termina de leer la noticia, que todavía tintinea en su móvil; total, él es del Atléti ¿qué le importa el dichoso Mbappé? Al levantar la vista se fija en él. Es el momento que elige su corazón para acelerarse durante unos eternos segundos. Siente los latidos en las sientes y un profundo vértigo, el eufemismo con el que suele disfrazarse el miedo. Mira a la chica que tiene en frente. Bajita, con flequillo a lo Cleopatra. Los ostentosos cascos dorados forman un círculo con su inabarcable sonrisa. En circunstancias normales solo se habría fijado en el escote, pero ahora le gustaría pedirle que observara al tipo extraño y lo que maneja entre las manos. Quizá solo sean imaginaciones suyas. Puede ser generosidad o la esperanza de que, al compartir el miedo, éste sea menor. No sabe cómo hacerlo. Ella parece intuir la mirada de su compañero de vagón y agranda un poquito más su sonrisa, tímida, pese a todo, como si esperara encontrar algo más que miedo en esos ojos tan abiertos. Un gesto con la mandíbula, acompañado con una ligera inclinación de la cabeza, la invitan a mirar a su izquierda. Lo hace. Casi se le cae el móvil del susto, que voltea entre sus dedos como un acróbata en el fin de su ejercicio. El breve, pero intenso, suspiro llama la atención de su compañero de asiento, que instintivamente mira también a la izquierda, donde sigue el hombre, ajeno al temor que ha empezado a generar en el vagón. El mismo instinto le invita a cerrar el ipad sobre su pecho, ¡qué importa perderse lo que le queda de capítulo! Solo queda una mujer, de avanzada edad, que trata de ver todos y cada uno de los videos que le reenvía su nieto. Suerte que está jubilada, se dice, abriendo uno tras otro. Todos la observan y ella termina sintiendo esas miradas. Los audita uno a uno, como esperando encontrar una explicación a tanta expectación. Entonces lo ve. En la esquina. Solitario. Guarda como un resorte el móvil y se levanta, para no sentirse tan sola, ni tan cerca de él, colocándose junto al joven del atleti. El silencio dentro del vagón hace evidente, no solo en la preponderancia del traqueteo, sino la tensión espesa que empieza a acumularse. Llega una nueva estación. El tren decelera, hasta pararse al completo. Los cuatro se miran. Es el momento de huir. Músculos en tensión. Las puertas se abren. Pero entonces el hombre sospechoso se da cuenta de que es su parada, cierra el libro de golpe y sale aceleradamente. Cuando las puertas se bloquean de nuevo, todos respiran aliviados.


NOTA: Inspirada en una frase de la novela "Orquesta" de Miki Otero. 

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