2 de abril de 2022

 ¡GUAU!:



Creo que los perros se comunican con un lenguaje mucho más complejo del que nos imaginamos. Más allá de un quieres jugar, tú quien eres o esta es mi cacho que lo acabo de mear. Tengo pruebas. El otro día fui con Kobe al veterinario. En el camino ya hace, en cuanto reconoce una esquina, algún amago de cambiar de ruta, por si cuela, pero como tiene la memoria de los peces de colores, huele algún pis en una esquina y se olvida de donde creía que lo llevaba. En la puerta, y sobre todo dentro, ya reconoce el sitio. No le gusta, pero va conmigo, soy la persona en la que más confía en este mundo, no le queda otra. El caso es que nos tocó esperar, por una perrita, perdonad no recuerdo la raza, que cuando salió parecía atacada, muy nerviosa, sin parar de ladrar. El mío se acercó a ella y durante unos segundos permaneció atento a sus ladridos. Os juro que pude adivinar el susto en la perra y la suma atención de mi peludo, que sentado escuchó la charla atentamente. La perra se fue y nos quedamos nosotros. A partir de ese instante mi perro no era dueño de sí mismo, iba a de un lado a otro en lo que le permitía yo con la correa, miraba una y otra vez a la calle, por donde había salido la perra, levantaba las orejas, lloriqueaba, volvía a mirar a la puerta, volvía a llorar. No sé si lo había visto alguna vez tan nervioso. Él me miraba y yo sé que me quería decir ¿tú sabes lo que me van a hacer? que dice ella que no entre, que lo que te hacen ahí dentro no es bueno...pero es que no me lo ha terminado de decir, que se ha ido. Yo sé que me quería decir eso, pero solo me miraba y gimoteaba. Luego Marta, la veterinario, le dio una chuche de salmón y mi peludo se olvidó de dónde lo había llevado. 

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