27 de marzo de 2025

 COMPETITIVIDAD: 

Si me hubieran exigido (con pedir no suele ser bastante...) que expusiera mi defecto más molesto, casi seguro hubiera dicho que mi competitividad. Y es curioso, porque el deporte es el máximo campo de batalla de la competitividad y en el nivel más alto (futbol) en el que me manejé fui un tipo más bien tranquilo, que si perdía, perdía, y si ganaba, ganaba, sin intención de ser el mejor y siéndolo, la falsa modestia no está entre mis defectos, muchas veces. En cambio, en el barro del barrio, entre las mochilas del patio del cole, o en las canchas del parque, si perdía, me frustraba en grado máximo. Cuando abandoné la idea de ganarme la vida con el fútbol (mitad evidencia, mitad hartazgo) y todo fue barro y partidos de poca monta, la frustración, mi cabreo, mi mala actitud, con mis compañeros, con el árbitro, conmigo mismo (eso sobre todo, qué mal llevé la pérdida de talento), fue a más. Hasta tal punto que yo mismo creo que era un tipo bastante incómodo. Mi única carta a favor, que con el pitido final todo se diluía, pero debería pedir perdón a más de uno. Ahora, con la madurez y un tobillo que me impide seguir arrastrándome, me he dado cuenta de que esa competitividad inherente a mi carácter y que he logrado tener enjaulada como el oso del retiro, también tiene un lado bueno, yo diría que muy bueno, que está presente, sobre todo, en la actividad física, pero que redunda en otros ámbitos. Me refiero a competir conmigo mismo. Es el motor de cualquiera avance en mi vida, mejorar el registro anterior. Es verdad, tengo que darle la razón a mi amigo Toni, es un poco toc, porque lleva de por medio la obsesión porque todo tenga un lugar y una medida, pero le veo el lado positivo. Con 30 años y superados con creces los 100 kilos, decidí que hasta ahí había llegado mi sobrepeso. Me compré la primera báscula de mi vida y empecé a anotar en una tabla de Excel, vendita herramienta del dominio, mi peso diario. Hacía cálculos semanales, mensuales, anuales...así, 22 años después puedo decir que estoy a menos de un kilo de mi objetivo de los 90. Con esa filosofía registro los libros que leo al año, los concursos a los que me presento, lo mismo con los kilómetros que hacía en bicicleta...siempre con el objetivo de hacer más que el año anterior. Me suele funcionar, me motiva y me obliga a organizarme. Soy cuadriculado, y como eso ya es tarde para revertirlo, es mi forma de sacarle rendimiento. 

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