12 de junio de 2023

 Pues vamos a empezar la semana con otro cuento...


MI PADRE NO LEÍA…

            Me encantaba ver a mi padre leer. Porque mi padre no leía, procrastinaba. Si la novela era mala, era como ir al Burguer, una Bigmac, por favor, gracias, adiós. Pero si era buena trataba de no perder detalle, tarde o temprano mi padre alzaría la vista. Daba igual el lugar, porque el horizonte en el que fijaba su mirada sólo estaba a su alcance. Frente a sus ojos bien pudiera estar el mismísimo Caribe o una de esas horrendas fotografías de platos combinados; daba igual, lo que veía solo podía verlo él. Si hubiera tenido superpoderes hubiera podido escudriñar a los personajes dentro de su cabeza mientras se peleaban, se recolocaban y braceaban en busca del mejor sitio en la historia. Me quedaba embelesado observando como apretaba la mandíbula, verdadero árbol de levas de su creación. Luego, regresaba a la novela, como quien regresa de las américas, rico o pobre, pero lleno de historias. Y sonreía porque se me hacían los dedos teclas, que es como mi padre había decidido, en su versión literaria, adaptar el refrán de los huéspedes. Sobre todo, trataba de no despegarme del móvil porque sabía, siempre era así, que tarde o temprano llegaría, al grupo que compartíamos con mamá, el mensaje con el ¿os apetece leer mi último cuento? Y, claro, siempre apetecía.

 

Basado en miradas reales…


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