7 de noviembre de 2022

 AY FEIJOO, FEIJOO...

Que dice el bueno de Alberto que la guerra civil fue una riña entre nuestros abuelos. Voy a actualizarle la metáfora a este gallego, que anda un poco perdido. Era una familia, sí, con sus cosas de familia, ya se sabe. Pero entre todos llevaban años decidiendo quién hacía el discurso en Navidad y ponía las normas en casa. Hasta que uno de los abuelos, en eso sí acertó, decidió que no, que allí no se tenían que elegir las cosas entre todos porque era un desastre, y se lio a mamporros con el que mandaba. Éste se defendió como pudo, pidiendo ayuda a parte de la familia, y digo parte, porque la otra consideró más oportuno ponerse de parte del abuelo agresor. Durante tres años estuvieron a la gresca, matándose unos a otros, hasta que una parte, la agredida, entendió que era imposible ganar y se rindió. Durante cuarenta años tuvo que plegarse a la voluntad del abuelo agresor y de parte de su familia. Humillaciones, dolor, represión, no faltó nada del catálogo al uso. Los derrotados que no huyeron de casa o habían muerto en la guerra, apenas podían levantar la vista del suelo para no llamar la atención. Incluso ni llorar a sus muertos les dejaban en algunos casos porque no sabían donde estaban enterrados. Y hasta hoy...Así sí, Alberto, así sí. Eso está en los libros. Basta con leer.  Ah, y que no se me olvide otro recordatorio, aunque más bien es una pregunta. Cuando usted dice que hemos de olvidarnos de los muertos ¿se refiere a todos? Espero que esto no lo escuchasen los familiares de asesinados por otro tipo de violencia, como la de Miguel Ángel Blanco o Marta del Castillo. ¿O es que no todos los muertos por violencia son iguales y de unos sí hemos de acordarnos y de otros no? 

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