Hoy toca cuento...
EL
ENTERRAMIENTO:
Lo
primero que ha soltado el Richar ante pregunta ha sido ¿tú has visto mi
aspecto? Le ha mirado el pelo largo y oscuro, el chándal Adidas negro en la
parte superior, el Nike blanco en la inferior, las zapatillas Polo y lo ha
entendido a la primera. No, su amigo no puede llevar una pala en el coche, si
le pillara la Guardia Civil con ella en su Seat León tuneado sería dar por terminado
el juego. Por suerte es verano y no hay nevada de por medio, así que en el
tercer chino han encontrado una pala fiable. Van los dos solos porque
para un encargo así de ilegal solo tiene confianza con él, con el gitano que le
enseño el lado bueno de la vida. Así lo definía él y jamás encontró argumentos
para desmontarlo. Su amigo es gruñón y protestón por naturaleza, una vaguería inherente
le impide decir que sí a la primera y no protestar en el proceso. Pero sabe que
puede contar con él. Y aquí están, en medio de un descampado, protagonizando
una muy garrafón y cañí escena de película de mafiosos. Solo hay una pala, y
digamos que físicamente Richar siempre estuvo un pasito por delante, y nunca
mejor dicho. Así que es él quien está cavando la zanja. Con su verborrea
natural, mientras cavaba y cavaba, con un arte que haría temblar los cimientos
de la chabola de sus ancestros, no deja de mirar de reojo. Ahora que, por fin,
en parte gracias a su amigo, ese que mira sentado mientras termina la tumba,
tiene un trabajo honrado, paga impuestos y todo el dinero que pasa por casa brilla
por su blancura, que se cruzara un picoleto, o un madero, mientras cava una
zanja en mitad de la nada, como que sería un paso atrás. Como el cuerpo a
enterrar no es demasiado grande termina relativamente pronto. Richar mira desde
dentro. La carita recuerda a esos memes de gatitos que parecen pedir que les
perdones la vida después de la pifia del siglo. Vale, sentencia, es suficiente.
Se pone en pie, mira el suelo, se agacha y con cierto rencor no exento de asco,
lanza el cuerpo al fondo de la zanja. Cae con un sonido seco, pero indiferente,
que no llama a la reflexión. Pese a todo Richar, que se cree creyente, pregunta
si no deberían decir unas palabras. ¿Estás de coña?¿crees que yo quería hacer
esto? Es por la puta pasta, si no, le da por culo. Vale, lo tranquiliza el gitano,
mientras empieza a echar arena sobre la carne muerta. Después, pensando en su
recién adquirida condición de honrado ciudadano, dedica bastante empeño a alisar
el terreno, hasta dejarlo casi como si allí nadie hubiera enterrado nada jamás.
Cuando van a iniciar el regreso al coche su amigo tiene una pregunta. Escucha,
payo, ¿no deberíamos dejar a tu pierna ortopédica un poco de tiempo y de intimidad
para que se despida de tu pierna?
Basado en hechos reales: un hospital español ha escrito a todos los pacientes con miembros amputados para que se pasaran por el centro hospitalario a recoger sus miembros y así enterrarlos según marca la ley.
No hay comentarios:
Publicar un comentario