21 de julio de 2022

 BOLLOS: 

Soy un poco obsesivo y algo maniático, lo que parece una reiteración. Esta tendencia, por llamarla de algún modo, se aplica de manera intensa con la tecnología y/o el motor. Si no funciona la caldera, es difícil que me la quite de la cabeza hasta que lo resuelva. Si se me estropea el ordenador, empiezo a descansar cuando tengo fecha de reparación. Y el coche ya es el tótem de esta conducta. Puede que tenga que ver con mi warnig alfismo. Sí, podéis darme el pésame, durante diez años tuve, digo, sufrí un Alfa. Desde entonces, cada vez que en el salpicadero se enciende un incono, el corazón me da dos latidos impares. Por eso jamás dejo que llegue a la reserva, para no ver esa lucecita. Esa manía se amplía a la estructura exterior. Seguro que os ha pasado, cuando fuisteis padres, solo veíais carritos de bebé; si tienes perro, solo ves perros. Pues yo, si tengo un bollo (nuevo...) en el coche, ya no veo el coche. Solo veo el bollo, enorme, gigante, excelso. Tengo un bollo con ruedas. Me pasó esta semana. ¿Consecuencias? pues que tiro de gente más sabia (gracias cuñado) y aprendo chapa y pintura a pasos acelerados. Para no quedarnos en fechas tan significativas un mes sin coche, hemos hecho una reparación de emergencia, por mi salud mental, más que nada. Así que, amén de saber como desmontar un portón de maletero (gracias Javi de nuevo) he aumentado mi parque de herramientas con ventosas y alguna que otra cosita más. Seguro que me saldría más barato un psicólogo, pero ese campo (perdona Toni..) no lo trabajo. 

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