CATEGORISMOS:
Te das cuenta de que te haces mayor incluso en los detalles. No solo porque para soplar las velas en tu onomástica necesites llenar los pulmones dos veces, o por los ruidos de trasto viejo de feria que haces cuando te levantas del sofá, o por lo rápido que va la tecnología, y tú que te creías el Usain de los megabits. También por la distancia generacional con tus hijos, que te impide entenderlos como personas e incluso cuando hablan, con localismos generacionales que te rechinan en el hipotálamo. Ahora me he dado cuenta, además de todo lo dicho, de que con la edad he abandonado los categorismos. Vivo el inicio de la cuesta abajo con más dudas que certezas y con la premisa de solo saber que no se sabe nada. Y eso influye en la pérdida de certidumbre, un poco, y de arrogancia verbal, sobre todo. Lo he notado en que ya nuca (valga la incongruencia...) uso frases del tipo siempre o nunca. Es que en la vida, eso a los treinta ya lo intuyes, a los cuarenta lo asumes y a los cincuenta lo normalizas, no hay "siempres" ni "nuncas", sino "tal vez" y "de vez en cuando", o, en un alarde de asunción de riesgos "casi siempres". Cuando hablas con tus hijos y escuchas sus sentencias tienes la tentación de corregirlos, pero eso nunca (¡ja!) es útil, porque viene con la edad. Ahora son el centro de su propio universo y en ese micro mundo, las verdades absolutas abundan. Ya llegará el tiempo y les rebajará las seguridades...supongo. Lo dicho, es que nunca se puede decir que siemrpe.
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