12 de enero de 2022

 


GRANDEZA: 

No me puedo imaginar un momento más duro. Un golpe más certero y cruel que tener que reconocer, aceptar, que tu hija, la que lo llenaba todo de luz, ya no va a estar a tu lado. Y más cuando ocurre por algo tan absurdo como un parque hinchable volando por los aires. Noticias así te hacen dudar de si no habrá por ahí algún guionista hijo de puta manejando los hilos. Pues en ese momento tan difícil de imaginar, fue en el que los padres de la niña de cuatro años decidieron que su hija fallecida siguiera dando vida. Y puede, seguro, que coincidiera ese instante con alguna intervención de alguna de sus Señorías en el Congreso sobre nimiedades y grandilocuencias vacuas que solo sirve para alimentar, intencionadamente, los ríos de tinta del encono y engordar los ya de por si sobredimensionados egos de nuestra caterva de representantes. Hacer un parangón y situar en el mismo plano temporal ambas escenas me sirve para evidenciar la distancia sideral, en lo que a moralidad se refiere, en la que nos situamos los ciudadanos de a pie y nuestros políticos. Yo estoy con los padres de esta niña, que pese a dolor insoportable, decidieron ser generosos en grado máximo. Y como reza el último de sus tuits: que mi hija siga dando vida a esos otros cinco niños.