BODAS DE PLATA
Aquel soneto era un espanto, un bodrio, pero estaba tan buena, con su tanga celeste y en topless, en su fotografía de perfil, que no pude evitar hacer un comentario favorable para luego pedirle que tuviese a bien considerarme como amigo. Cuando, luego de un tiempo, la conocí en persona, no me decepcionó: de una belleza fuera de lo común, gozaba de talento y elegancia y, amén de haber cursado, con calificaciones excelentes, Filología Hispánica, Diseño de Interiores, Derecho y Matemáticas, y haberse doctorado en Bellas Artes, era, en aquellos tiempos, asesora de imagen de una afamada firma de cosméticos. No lo ha admitido nunca, pero yo no debí, en un principio, suscitarle una buena impresión: desaliñado, autodidacta, en paro, no acertaba, turbado por su glamour sin tara, a articular palabra. Consciente de mi azoramiento, dijo, con gracia y desparpajo y la intención pudiera ser que de romper el hielo, que aquel poema que alabé en su día era realmente pésimo y que, si pretendía algo con ella, debía confesarle que si fui tan elogioso entonces, más que por su soneto, fue en razón de sus tetas. Armado de valor a duras penas, respondí improvisando, entre cursi y brutal, con esta seguidilla: "Puede que tu soneto fuese una mierda, pero tus tetas son de otra materia. Deja que lama, mi Erato, en tus pezones, poesía en rama." Tras una carcajada vibrante como el Himno a la Alegría, me dijo que, aun quizás un poco borde, yo sí que parecía no ser un mal poeta y que tendría a bien ser, amén de mi Erato y el resto de las musas del Olimpo, mi asesora de imagen -"ya que lo necesitas con urgencia"-, si a cambio la instruía en los más íntimos secretos del poema. Aquello fue el principio de una gran amistad que pronto derivó en amor y sexo y en estrecha simbiosis entre verso y glamour. Y así, entre beso y beso, entre orgasmo y orgasmo, nos fuimos instruyendo mutuamente, y al poco, y hasta ahora, ella me hubo mudado en todo un dandi y he terminado, gracias a su apoyo, por ejercer funciones de asesor de imagen para un sello discográfico. Y, más que por mi ayuda, por su sabiduría y buen hacer, hoy es una prolífica poeta que cuenta sus excelsos poemarios como éxitos de venta, y que, al cabo de más de cinco lustros, con su tanga celeste y en topless, sigue estando, más que buena, muy buena.
Aquel soneto era un espanto, un bodrio, pero estaba tan buena, con su tanga celeste y en topless, en su fotografía de perfil, que no pude evitar hacer un comentario favorable para luego pedirle que tuviese a bien considerarme como amigo. Cuando, luego de un tiempo, la conocí en persona, no me decepcionó: de una belleza fuera de lo común, gozaba de talento y elegancia y, amén de haber cursado, con calificaciones excelentes, Filología Hispánica, Diseño de Interiores, Derecho y Matemáticas, y haberse doctorado en Bellas Artes, era, en aquellos tiempos, asesora de imagen de una afamada firma de cosméticos. No lo ha admitido nunca, pero yo no debí, en un principio, suscitarle una buena impresión: desaliñado, autodidacta, en paro, no acertaba, turbado por su glamour sin tara, a articular palabra. Consciente de mi azoramiento, dijo, con gracia y desparpajo y la intención pudiera ser que de romper el hielo, que aquel poema que alabé en su día era realmente pésimo y que, si pretendía algo con ella, debía confesarle que si fui tan elogioso entonces, más que por su soneto, fue en razón de sus tetas. Armado de valor a duras penas, respondí improvisando, entre cursi y brutal, con esta seguidilla: "Puede que tu soneto fuese una mierda, pero tus tetas son de otra materia. Deja que lama, mi Erato, en tus pezones, poesía en rama." Tras una carcajada vibrante como el Himno a la Alegría, me dijo que, aun quizás un poco borde, yo sí que parecía no ser un mal poeta y que tendría a bien ser, amén de mi Erato y el resto de las musas del Olimpo, mi asesora de imagen -"ya que lo necesitas con urgencia"-, si a cambio la instruía en los más íntimos secretos del poema. Aquello fue el principio de una gran amistad que pronto derivó en amor y sexo y en estrecha simbiosis entre verso y glamour. Y así, entre beso y beso, entre orgasmo y orgasmo, nos fuimos instruyendo mutuamente, y al poco, y hasta ahora, ella me hubo mudado en todo un dandi y he terminado, gracias a su apoyo, por ejercer funciones de asesor de imagen para un sello discográfico. Y, más que por mi ayuda, por su sabiduría y buen hacer, hoy es una prolífica poeta que cuenta sus excelsos poemarios como éxitos de venta, y que, al cabo de más de cinco lustros, con su tanga celeste y en topless, sigue estando, más que buena, muy buena.
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