Hablando con mi buen amigo David me comentó que había conocido a una socorrista que estaba indignada porque le habían bajado el sueldo, pasando de 610 a 580 euros mensuales. Hicimos cuentas. En mis tiempos de vigilante del charco, hace ya casi 20 años, ganaba 120 mil pesetas por una jornada completa, y cuando digo completa digo desde la primera a la última toalla y de lunes a domingo. Si libraba tenía que, no sólo buscar yo a mi sustituto, sino que debía descontar de mi sueldo lo que le pagaba. Así, trabajando cinco días, calculé que ganaba unas 88 mil pesetas. El primer impulso fue pensar que las cosas habían mejorado: de 530 que ganaba yo a los 580 que gana ahora ella. Pero claro, luego recordamos algunos precios. Y yo, al salir de la piscina me tomaba un botijo en un bar por menos de 120 pesetas (esto es, 0,70 euros) y la pobre socorrista hoy en día ha de pagar mínimo 1,1 o 1,2 si elige un bar de barrio con torreznos revenidos. Es decir, ella gana ahora 483 botellines y yo ganaba entonces más de 730 botijos mensuales ¡casi le doblaba el sueldo ¡ Esto que parece simplón y algo maniqueo, incluso, si me apuráis, tiene de cachondo todo lo que tiene de irónico. Porque, que no nos engañen las cifras, los salarios y que hoy salgamos de vacaciones más que hace 20 años. Nuestro poder adquisitivo medio va bajando, y a pasos agigantados. Pero no pasa nada, a nosotros lo que nos importa es que haya un terruño allá por el sur con bandera equivocada o que el director de una empresa privada henchido de egolatría se haya gastado una trillonada privada por contratar a un trabajador. Bendita pandereta.
4 de septiembre de 2013
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