Los recientes Sanfermines han generado una interesante y espero que nutritiva polémica: que se resume en una imagen, la de una mujer borracha en hombros zarandeada y envinada por la bravía machodumbre (de macho). No censuro esa especie de ritual paralelo, pero tampoco digo que si fuera padre de una niña celebrara con vítores que mi hija decidiera participar de semejante exhibicionismo etílico, ni que me dejara indiferente que lo hiciera la hija de un amigo o mi propia sobrina. No, lo cual me lleva a pensar en las padres de esas niñas, o incluso en los compañeros de universidad y hasta de trabajo. Los jefes, los empleados... quizá los periódicos deberían pensárselo antes de airear estas imágenes sin un míselo pixel. Todo el mundo tiene derecho a hacer alguna que otra locura y que no trascienda. Amén de esto, la situación es simple: una mujer libre, en un pais libre, decide en un momento puntual, llevada por la lujuria del vino y la fiesta, subirse a hombros de un amigo y enseñar los pechos a los presentes. Dentro del marco en el que tiene lugar, es hasta lógico, y puede que divertido. Ni siquiera me arriesgaría a tacharlo de sexista. No es el único lugar en el mundo en el que la fiesta lleva a enseñar los pechos como ocurre en el Mardi Gras (M.Orleans), donde las mujeres lucen divertidas los collares que logran eseñando sus mamas. Pues eso parece que aquí legitima a cierto cavernario grupo a desnudar y manosear a la susodicha incauta. Si no le gusta, que no se suba, dicen los más machos. Saben a lo que vienen, se jactan otros. Amén de lo antierótico que puede ser meter mano en colectivo, sin saber si fue teta, rodilla o culo lo que te tocó en suerte, ¿quién o qué da derecho a estos picha cortas a tomar la iniciativa de cambiar imagen por tacto? Eso es como ir babeando por una playa nudista metiendo las narices entre las piernas, señorita, no esté usted en pelotas al aire libre. De esto a volver a los tiempos en los que una minifalda era una provocación atenuante en caso de violación nos quedan dos Gallardonianos pasos. Volveremos a las cavernas arrastrando a nuestras esposas de los pelos antes de que nos demos cuenta. Me dan ganas de aplicar este principio en la calle, así si pillo a alguno de estos en chandal ponerme a dar palmadas a su lado como un loco ¡corre, corre, corre! ¿no vas en chándal para hacer deporte?. Al que lleve camiseta de rugby, placaje salvaje que te crío. Al que lleve camiseta de los Bulls: antideportiva al canto ¿sigo? Es más, me imagino a uno de estos siendo sodomizado en plena calle por un osito lujurioso...¡ no haberte pasado por Chueca !
24 de julio de 2013
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