Dos días con fiebre no muy alta. Apiretal y baja. Sube e idem. Ayer empezó con dolor de tripa. Mi hijo mayor no tiene mucha tolerancia al dolor (estamos en ello) así que un dramón intermitente. Hoy se ha levantado de nuevo con dolor. Va y viene. Hala, vente a la cama de los papis. Estornudo grande a oscuras. Papá, tengo mocos. Cuando enciendo la luz la cara llena de sangre, la camiseta, la sábana. Tranquilidad, no hay que trasmitir los temores a los niños. Vamos, te limpiaré. Primer síntoma: mocos secos, sangre en la nariz. Nada grave, pero ya enlazas, fiebre, dolor de tripa, sangre por vía aérea. No, hijo, seguro que no es nada, pero mejor vamos al hospital. Doce de Octubre, público sin dudarlo. Apenas media hora de espera. Un médico joven, muy delgado, pelo largo con coleta, pálildo y con gafitas, con muchos collares y pulseras. Todo un profesional. Realiza todas las rutinas habidas y por haber. Explica todos y cada uno de los resultados, razona los síntomas, explica las precauciones para futuros casos similares, diferencias entre dolor constante y creciente y dolores intermitentes. Tipos de sangrado. Temperaturas a controlar. Pese a su extrema juventud y su aspecto de fumeta, su profesionalidad y entrega dan una seguridad tremenda. Salimos contentos: gripe. No tiene cura, más allá de pasarla lo mejor posible.
Sí, Esperanza, a nosotros nos gusta mucho la sanidad pública. No nos la toque. Lleva años tocándonos las pelotas, pero no nos toque lo público, por favor.