5 de agosto de 2024

 ¡¡¡ TÚ PUEDES!!!

Nos venden la milonga, tan de taza de desayuno o pared de cafetería moderna, de que si quieres puedes, que si lo intentas, lo terminarás consiguiendo, que todo depende de tí...

¡Y una mierda como la manga de un plumas! Hay tantas variables externas que la única fija es tu esfuerzo. Innegociable, vale, pero basta ya de este buenismo castrante del tu puedes. No, muchas veces no se puede. El domingo tuvimos el mejor ejemplo, por planetario, por impactante, por empático. ¿Carolina Marín no lo ha dado todo, no ha querido, no lo ha intentado hasta la extenuación? Pues eso, a falta de una decena de puntos, en un partido casi decidido, con una medalla a punto de asegurarse y con olor a oro, la rodilla dijo hasta aquí hemos llegado, para dejarnos una de esas imágenes icónicas que viajarán por la historia del deporte, generación por generación. El desconsuelo de Carolina es el de todos, al menos el mío. Yo, que estaba tan tranquilo que le había quitado el audio a la televisión para intercalar los raquetazos con la lectura, me quedé literalmente helado, con una nudo en la garganta muy identificable. Y  no llevo meses, si no años, luchando contra la tozudez de unas rodillas, preparándome día y noche, sin descanso, para llegar en plena forma a la competición más importante de todas. Si yo, que no he hecho nada para estar allí, que de hecho, ni estaba allí, controlaba las ganas de llorar con cierta dificultad, ¡cómo no iba a llorar amargamente la buena de Carolina! Ella, mejor que nadie, sabe, y nos ha demostrado a los demás, que no basta con querer, con hacerlo todo bien. Algunas veces, más de las que nos damos cuenta, hace falta un poquito (o un "muchito") de suerte. 



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