EMPATÍA VARIABLE:
Me defino como una persona ultra empática, lo cual no es ni bueno, ni malo, ni todo lo contrario. Es, sin más. Lo malo es que creo que ese exceso de empatía me hace vulnerable al engaño. Cuando era pequeño recuerdo cierta afición a los documentales de animales, hasta que de adulto descubrí los beneficios de una buena siesta. El caso es que veía uno en el que un guepardo perseguía a una presa, no sé si gacela, cebra, o cualquier otra de sus víctimas. El caso es que como siempre he sentido fascinación por la velocidad primero me quedé embelesado con la hermosura de los músculos tensados del depredador, esa potencia y coordinación que ya hubiera querido yo para subir la banda. Pero cuando falla en el primer intento empiezo a pensar en la presa, y me pongo de su lado, y quiero que en el segundo intento el guepardo falle de nuevo, y que siga viva. Permanezco atento a los cátodos hasta que el depredador falla ese segundo intento y como si Butragueño le hubiera metido a Bélgica el gol que nos faltó en Mexico, grito de alegría. Hasta que el narrador comenta, con esa voz tan narcótica para el adulto que suelen tener, que si el guepardo fallaba en el tercer intento, quedaríatan cansado, tan desfallecido, que posiblemente moriría de inanición sin tiempo a un cuarto intento. Y entonces me olvido de la presa, me pongo, cuan radical futbolero, de parte de la presa y cruzo los dedos (en aquel entonces era capaz de hacerlo con los de los pies también) animándolo en su nuevo intento. Como colofón a esta historia de empatía variable siento no poder aportar datos sobre el resultado final. Me da que algún sofisticado y secreto sistema de mi cerebro decide borrar según que recuerdos, al menos en parte.
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