DOLOR Y EMPATÍA:
Nos afectan las muertes, el dolor, en el fondo, ajeno sin necesidad de conocer a las personas. Cuando mueren en un accidente un número X de iguales, te sientes apenado. No sabías nada de ellos antes de su desgracia, ni sabrás demasiado después. Pero sientes una pena real, íntima en la mayoría de los casos. Siempre he pensado que eso nos eleva por encima del resto de los seres del planeta: la empatía. Y luego, en nuestro interior, cada uno tiene sus reglas. El dolor por la pérdida de un hijo es a mí lo que más me paraliza. Intento esquivar estas noticias dolosas, porque me atrapan como una enredadera de pena. Pero hay otras, como la muerte de un trabajador en el tajo. No puedo con esa desgracia. Los marineros ahogados en Terranova, por ejemplo, se me agarra un nudo en la garganta. Intento que no sea evidente, me educaron en la cojera de que los hombres no lloramos, pero esta semana mi hijo un par de minutos observando a su padre intentando contener las lágrimas, emocionado, viendo las imágenes del mar embravecido y lo que por allí había ocurrido. No sé que habrá sacado de ese momento de duelo, porque hace años que perdí para él la capa; espero que entienda, al menos, que el dolor de los demás, sea como fuere y donde fuere, no nos debe ser ajeno.
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