Si hay algo que me preocupa del nacionalismo catalán es su efecto llamada. Es como Tarzán pegando gritos en la selva, todos los animales acuden a su grito. Así, el daño colateral de la Vía Catalana es el resurgir de la bestia parda fascista, al grito de se rompe España se nos crecen los señoritos del brazo estirado. Y como siempre, en los mentideros, se retrata a más de uno, de esos que caminan de puntillas por un sentido democrático de cartón piedra que sólo dejan de disimular en la intimidad y que para salir en la foto postmoderna menos retrógrados de lo que se gustan, meten en el mismo saco churras y merinas. Alardean de su democracia denostando la denostable bandera del pollo frito, pero no desaprovechan la oportunidad para darle la misma enjundia antidemocrática a la bandera republicana. Pues deberían saber estos torpes malabarista de la historia que la bandera republicana es una bandera constitucional como la que más, pues era de todos los españoles, con una constitución y en un momento donde democráticamente elegían a sus representantes. Después llegaron los señores del pánico rojo, se levantaron en armas, se inventaron una guerra para salvar la mitad de la patria y nos regalaron 40 largos años de dictadura por Dios y por la Patria. Llegados a la tan cacareada Transición, faltaron cojones o sobró consenso para recupera la que era la única bandera legítima, la republicana. Tunearon la bandera franquista quitándole el pollastre y otra cosa, mariposa. Ahora, cuando veo a estos bocazas decir, no, si a mi no me gusta la bandera preconstitucional, ni esta ni la republicana, se me llevan los demonios. Vamos a ver si nos enteramos de una maldita vez: la bandera de la república es y ya será para siempre, una bandera constitucional ¿Es tan difícil de entender?
9 de octubre de 2013
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