Historia Sagrada (Cap. I - Génesis)
Cuando –aún no se sabe a ciencia cierta
por qué cuestiones físicas ni cómo–
acaeció el petardazo primigenio
–el famoso Big Bang de los oriundos
de Sidney, Liverpool o Salt Lake City–,
dios, que según se estima padecía
de narcolepsia crónica y congénita,
se encontraba durmiendo a pierna suelta.
O así al menos se piensa, pues lo cierto es que nadie lo vio en tan magno evento, lo cual no es de extrañar si damos crédito a que, según afirman reputados doctores en Historia, no había entonces nadie todavía dotado del sentido de la vista.
Lo extraño es que después de tanto tiempo desde que se produjo el estallido jamás se le haya visto, pues no están contrastadas las historias de aquellos que aseguran lo contrario ahítos de peyote o cornezuelo.
Por ir finalizando este capítulo
y a objeto de no herir en demasía
las sensibilidades de los santos
varones y barones de la iglesia,
diremos que tal vez no ha sido visto
por no haber despertado todavía
de la nombrada siesta del día séptimo.
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