En mi entorno me consideran Celoman. Siempre he tenido celo a mano, creo que la cinta acopladora unidireccional es uno de los inventos más socorridos para el universo del manitas chapucero. Pero me he dado cuenta de que he vivido engañado, una vida de segunda, porque estoy probando las adictivas excelencias de la cinta americana. Ay amigos, la cinta americana es como el colt para John Wayne o la magnun para Harry el Sucio. Es tener una cinta en la mano, la hago mover sobre mi dedo índice, y me siento el tipo más poderoso del mundo. No hay remiendo que se me escape vivo. Que se rompe el asa de la puerta de la nevera, un poquito de paciencia y cinta americana. Que se rompe el cestillo de la ropa, un poco de maña y cinta americana. Que se me ha soltado el faldón lateral del coche, un poco de limpieza previa y cinta americana. Que tengo una rajita en el alerón de mi avioneta, pues nada de vértigo y un poco de cinta americana. La cinta americana puede con lo que sea. Ahora, como casi todo lo bueno, tiene sus efectos secundarios, y es su propia perdurabilidad. Porque ¿cómo cojones se quitan los restos de cinta americana de una superficie plana? Esa parte del invento se les olvidó a los americanos. No conozco su historia, pero un material tan resistente y un pegamento tan potente solo puede haber surgido de las cloacas de algún proyecto espacial fracasado. Así que, ahora que las hay de colores y hemos abandonado el triste dora, no sólo la tengo a mano para cualquier emergencia, sino que me siento parte de alguna conspiración interegaláctia. Esperad, que se me ha quedado algo de cinta entre los dedos...
16 de junio de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
para quitarla facilmente igual que casi cualquier adhesivo, calientala un poco con una pistola de calor, o en su defecto con un secador de pelo. Cuando lo pruebes te gustará mas aún. Saludos. JMP
Publicar un comentario