Voy a proponer algunos cambios a la Real Academia de la Lengua, una especie de diccionario para padres. Empezaría por la palabra dormir, que se define como "estar en aquel reposo que consiste en la inacción o suspensión de los sentidos y de todo movimiento voluntario". Yo lo cambiaría por la siguiente definición: dícese del acto de quedarse traspuesto frente al televisor cuando se han terminado todas las actividades relacionadas con el hogar y/o la paternidad; llegados a esta fase, en un momento determinado el individuo recibe un certero mensaje de su cerebro, recordándole la importancia de sus cervicales, retornando así durante unos breves instantes a la lucidez, iluminando el camino de la cama. Entra, entonces, bajo las sábanas, en negociaciones con Morfeo, que entrega las armas al primer bostezo. Algunas horas después suena un ruido imperceptible para cualquier mortal salvo para un padre / madre llamado gruñido o llanto infantil. Y comienza la rutina de me levanto me acuesto bajo las más variadas premisas que van desde el me hago pipi, tengo miedo, a no apagues la luz y un variable etcétera en función de costumbres, culturas y otros elementos no cuantificables. Cuando el muelle nocturno cesa su actividad el padre (madre) entra de nuevo en negociaciones con Morfeo. Para desgracia del padre Morfeo está mucho más terco que unas horas antes y lo celebra con dos ojos como platos que ya aparecen en El Bulli (torrijas de padre, lo llaman). Cuando por fin Morfeo entra en razones, aparece en escena un tercer elemento no invitado, llamado despertador, que agita las torrijas y suele generar la misma frase pensada por el individuo: esta noche me acuesto a las nueve.
Eso es dormir, señores de la Academia, eso es dormir.
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