18 de diciembre de 2009

EL OJO A LA FUNERALA

Me río yo de las películas americanas (sobre todo). Esos tiarrones (buenos) que luchando por la dama en cuestión (siempre hay una dama en cuestión) se lían a mamporros. Puñetazo va y puñetazo viene, en riguroso orden, que si tuvieran ese respeto en la ONU otro gallo le cantaría a Afganistán. Ligero movimiento de cabeza cuando el puño impacta pero breve, porque después le toca el turno a él. ¿Habéis visto alguna vez una pelea? no hay nada de glamuroso en ellas. Las que he visto yo, y ya he presenciado unas cuantas, son como si dos molinillos desbocados se enfrentaran, hay que esperar minutos para que una de las aspas en forma de puño impacte con la cara del contrincante. Eso cuando no hay más que empujones y/o tirones de pelo. Cuando el puño golpea el rostro la pelea termina. Basta con un buen puñetazo. ¿Alguna vez os han dado uno? Yo he tenido dos golpes de estos en mi vida. Ninguno fruto de una batalla...bueno, el segundo sí. La primera vez fue hace más de una década, la noche antes de la boda de mi hermana, a altas horas de la madrugada dos bailarines borrachos decidieron emular alguna de las coreografías de Grease y lanzada por su pareja la cabeza de la joven golpeó en mi ceja. Me dejó tan aturdido que no sabía si era la boda de mi hermana o yo el que, en un alarde de vanguardismo, había decidido casarme con mi futuro cuñado. Al día siguiente parecía que había participado en un motín carcelario, con el ojo amoratado y cuatro puntos sanguinolientos. El segundo golpe certero tuvo lugar el domingo. Y fue consecuencia de una batalla sin precedentes, tres eran mis contrincantes, dos hombres y una mujer, dispuestos a rematarme en el suelo. En un momento de la batalla, cuanto tenía a uno de los hombres sobre mí, tomé una alternativa desesperada, porque aquello tenía mala pinta. Sentado sobre mi de espaldas vi la oportunidad y lancé el ataque definitivo, saqué a pasear mi infalible dedo de las cosquillas y de un solo golpe acabé con la arrogancia del enemigo que, en un movimiento impulsivo movido por la risa, como un resorte, se echó hacia atrás, convirtiendo así su cabecita en un cañón que golpeó justo sobre mi pómulo. Fue un golpe seco y otra vez, sin nada de glamour cinematográfico, complétamente ko y el pómulo que más que pómulo empieza a parecer un pomelo o una pelota de golf color carne. Ahora estoy estudiando emprender acciones legales contra los padres de la criatura por risa incontenible y el ojo, que ha mutado en toda clase de cromalidades amoratadas, me da cierto aspecto patibulario, como si fuera el mismísimo compañero de celda de Luis Tosar.

5 comentarios:

Jésvel dijo...

No te ofendas, pero ¿cómo quedó el "agresor"?

Larrey dijo...

tan tranquilo, ni se enteró

Jésvel dijo...

Pues nada, tú mírale... a ver si se da cuenta...

Elena dijo...

¡Pobre! tú, claro....esos golpes tan secos y rotundos duelen lo suyo. Siempre que peleamos, sus pies son mi máxima en cuidar de que no me den...bss

Andoni dijo...

Es que los niños son muy peligrosos... Tengo tres hijos, y la mayor, cuando tenía cosa de cuatro añitos, me dejó torcido de una patada en mis pelotillas, pero que ni Gisasola en sus buenos tiempos, vaya, una bolea como un mundo. Y todo porque se me ocurrió levantarla del suelo con las piernas abiertas...