27 de febrero de 2008

ELOGIOS

Hace algún tiempo hicimos una reunión de departamento que incluyó una sesión de risoterapia. Fue divertido y hoy quería hablar de una parte de aquella sesión. En un momento dado nos pusimos todos en círculo y uno a uno tuvimos que situarnos en el centro, decir algo bueno de nosotros mismos y esperar estoícamente una salva de aplausos de un par de minutos. Es una experiencia muy interesante e incómoda. Siguado en el centro, foco de todas las atenciones, de todos los elogios, recibiendo los aplausos, te sientes incómodo. No deja de ser triste, y significativo, encontrarnos en una socidad donde nos resulta incómodo recibir aplausos. ¿No será la falta de constumbre?. Y hay que tener empatía en este asunto y recordar la última vez que aplaudimos a alguien. Habría que ser más generosos en el elogio. Me estoy dando cuenta al tiempo que educo a mi hijo, con él todo son parabienes, y cada cosa que hace se la estimulamos con frases positivas. Incluso las negativas se las intentamos mostrar como confrontación a las positivas. Es decir, si tira algo no le decimos que torpe eres siempre tirándolo todo, sino le pedimos explicaciones porque es un niño que nunca tira nada. Es una idea simplona pero que podría ser muy útil, por ejemplo, en el mundo laboral. Imaginaros un jefe pero bueno, Regulez, ¿ómo me presentas un informe así si sueles hacerlo muy bien?. Es mejor que un ya me lo imaginaba, Regulez, otro puto informe mal diseñado. No somos dados a premiar las cosas que se hacen bien, porque parece que es lo que toca, tenías que hacerlo ¿no?, pues si lo has hecho bien es lo que tenías que hacer, ahora, como lo hagas mal, como lo hagas mal entonces te vas a cagar. Hay personas que solo saben criticar, y que jamás encuentran una palabra amable para los demás cuando las cosas salen bien.
Puede que esta sea la razón, no lo sé, o a lo mejor un innato sentimiento de modestia, pero recibir elogios genera una maravillosa incomodidad, y digo maravillosa porque pese a ella, todo el mundo está encantado de recibirlos. Es más bien la situación. Si ves un informe de tu jefe magnificando tu trabajo te sientes encantando, en cambio si él habla bien de ti en una reunión, te acaloras y no sabes donde poner las manos. Además, hay cosas de las que ¿podemos sentirnos orgullosos?. Por ejemplo, a mí de pequeño me incomodaba que me dijeran que tenía unos ojos bonitos, y dado lo impactantes que son (es la verdad) ocurría muy amenudo. Después, cuando vi que esos ojos me abrían corazones (por llamarlo de algún modo) adolescentes, ya no me molestaba tanto. Pero eso de entrar en el metro y sentir las miradas y los cuchicheos y la frase que sobrevolaba ¡ qué ojos !, resultaba incómodo. Ahora lo veo con más serenidad, entre otras cosas porque entro en el metro y no ocurre nada, pienso ¿qué mérito tengo yo en los ojos?. En realidad es una ruleta, una combinación genética y una rareza que impacta. Pero no he hecho nada por merecerlo, por tanto ¿no?. ¿De qué podemos sentirnos orgullosos?, ¿de la belleza?, ¿de ser buenas personas cuando lo que hacemos es poner en marcha los valores con los que nos educaron?. Venga, decidme, ¿de qué podemos sentirnos orgullosos?.

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