10 de octubre de 2009



EUCALIPTOS

Tenaz creció la encina en los confines
Del páramo esquilmado por los hombres;
Su afán era existir, ser fruto y sombra;
Pasó por lustros de salitre, escarcha;
Vivió dos guerras; subsistió al incendio,
La oruga, el rayo, al frío campesino.
Acogió al herrerillo en su regazo,
Mitigó los sudores del labriego
Y amparó en su corteza las promesas
De amores pubescentes sin recato.
Creció adusta la encina a manotazos
Y se hizo emblema, símbolo inequívoco
Del pulso que alimenta a la utopía,
De un sueño que despierta y se hace carne,
De savia que se agita en primavera.
De súbito un bulldozer un día aciago
Taló las esperanzas de la Tierra

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