10 de abril de 2008

MODA (I)

No voy a decir que voy a la última, porque implicaría admitir implícitamente un acto voluntario por las pasarelas callejeras y las últimas tendencias. Pero tampoco puedo decir que soy ajeno a la moda. Nadie lo es, en cierta medida, porque todo el mundo se ve obligado a comprar en las tiendas, y estas, más o menos (si eres un activista anti-moda siempre podrás ser autosuficiente o rebuscar mucho en las páginas amarillas) están sometidas a los rigores de los dioses de la moda. Pero mi parte activa en esto es en realidad pasiva. Es otro galimatías más en mi enrevesado modus operandi vital. Voy a la moda interesándome pasivamente por ella porque no hago nada (activamente) para evitatarlo. Soy cómodo, esa sería la síntesis de todo esto que adorno con pensamientos semi profundos. Y tengo una pareja que, además de preciosa, tiene cierto interés por lo que se lleva y, sobre todo, porque yo no parezca un prematuro jubilado desinteresado por su aspecto(cosa que me resultaría igual de cómodo que todo esto que cuento). Y como ella me quiere (no puedo encontrarle otra explicación), y mucho (de verdad, de otra forma no lo entendería) se encarga de comprarme la ropa. Literal. Si mi armario lo componen 100 piezas y quitara regalos y la ropa que ella me compró, tendría que venir a trabajar en zapatillas (sí, de esas me sobran) y pijama; y como los tengo, los pijamas, digo, podría ocurrir de todo en la oficina si llegara de esa guisa. En mi defensa tengo que decir que soy el receptor de regalos y compra ideal, todo me viene bien (debo tener un cuerpo estandar...salvo la ropa de Zara, que me aprieta por diversos sitios, unos bonitos de contar, otros no tanto) y no suelo cambiar nada (decir nunca me obligaría a un rigor que no viene al caso). Todo lo que me regalan es bonito y me lo voy a poner, y no es una impostura ante el acto de ser agasajado, es una realidad: me lo pongo todo. Para terror de mi pareja, porque el concepto dejar de poner no entra en mi diccionario ni sale de mi armario. Porque ¿cuándo tiene uno que dejar de ponerse una prenda?. Para mí esta claro, si se trata de un pantalón, cuando el esfuerzo de mi madre, una experta remendadora, ya no merece la pena. Y si es una camisa, cuando su aspecto de viejo denota que ha pasado de las 1.000 lavadoras. Sobre los pijamas no tengo teoría, porque es como las leyendas urbanas sobre las defunciones de los chinos, ¿alguien ha visto a alguien tirar un pijama?. Yo jamás lo hice, y no sé donde están. El caso es que todo esto ha tenido una consecuencia clara, uno aprende muchas veces sin querer hacerlo, por la fuerza de la rutina. Así que hace mucho me vi en la dolorosa evidencia de darme cuenta de que iba a dejar en el armario una camisa porque no pegaba con el pantalón que había elegido...
En fin, creo que este tema merece una reflexión más profunda, quizá mañana, mejor vestido, podamos reflexionar de cuando una prenda deja de estar a la moda. Y no quería cerrar (por hoy) este artículo sin unas palabras para el que durante décadas fue mi héroe en esto de la no-moda, mi gran amigo Toni. Sí, él es la única persona que concozco que durante años no se preocupó de forma real (no solo de fachada) de su aspecto. Y lo digo en pasado, porque hasta él (ay que ver que guapo vas últimamente) es ya un fashionvictim...

3 comentarios:

Zuzi dijo...

Yo no me acostumbro a las modas. Miro y si algo me gusta, me lo compro. Soy bastante de impulsos y no me suelo equivocar. Después me encuentro que a la temporada siguiente lo que me atrajo lo lleva todo el mundo. Ahora me ha dado por la ropa cómoda tipo casaca y falda, verás como dentro de nada se pone "de moda".

Besos

Anónimo dijo...

Pues yo odio comprar. Invertir un montón de tiempo en buscar entre cientos de cosas semejantes, desnudarte y vestirte en un espacio del tamaño de un armario y encima pagar una pasta después de esperar una cola para hacerlo, me pone de mala leche antes de empezar. Si a eso unimos que tu novia no me quiere y que nadie me compra ropa la cosa se complica.
Sin embargo, hace unos años descubrí unas tiendas estupendas que venden ropa de segunda mano (de paso se supone que los beneficios van a parar a una ONG aunque eso no sé si terminar de creermelo)y desde entonces todo es mucho mas sencillo.
En un espacio amplio y casi sin gente (en España no se lleva mucho esta cutrería)encuentras de todo y a unos precios increibles. Incluso un día al mes, lo ponen todo a 2 euros. Asi pille los vaqueros que llevo ahora puestos: LEVIS STRAUSS etiqueta roja, por 2 euros! Y por si fuera poco el vestuario es amplisimo y nunca hay cola.
Aunque donde esté una novia que te cuide, que se quite todo lo demás.

Larrey dijo...

siempre te puedes llevar a tu novia a esos sitios...