En mi barrio había mucho macarra. Pero mucho. Y cuando iban llegando a la edad adulta tenían dos posibilidades, o seguir la carrera del macarrismo, con mucha salida por aquel entonces, o meterse a la policía. De estos últimos, los que teníam más músculo que cerebro acaban en los antidisturbios. Otra forma (que me perdonen de nuevo) de ser macarra, pero esta con licencia y sueldo fijo. Estos mismos luego nos contaban como les preparaban (puede que las cosas hayan cambiado, esa esperanza me queda) y sobre todo como se perfilaban las actuaciones y da mucho, pero que mucho miedo. La cosa transcurría así:(pongo el pasado por la esperanza esa de la que hablo) ellos estaban en una furgoneta, metidos dentro, armados con protecciones y porras. Fuera está ese grupúsculo que queda siempre después de cada manifestación, que lo que está esperando es que salgan los antidisturbios para dejar de tirar botellas al asfalto y tener un objetivo claro. Ocurre siempre, es como tener unos tigres locos sueltos y soltarles unos leones hambrientos para calmarlos. Mierda a un ventilador. El caso es que el jefe está ahí dentro, arengándoles. Hace calor, las botellas caen, el sonido es como el de una bomba, pum, pum, pum, y mientras tanto el jefe sigue a los suyo, con soflamas y gritos. Cuando abren las puertas salen como toros. Es imposible que puedan discernir, no digo ya preguntar, que hacerlo porra en mano debe de ser complicado. Me refiero a separar a aquellos que son potencialmente peligrosos de los que no han tenido la capacidad o la velocidad suficiente para a alejarse de tema antes de su estampida. Entonces golpean y golpean, como si fueran segadores y los manifestantes el trigo, haciendo un barrido que deja limpia la zona. Y no acabo de encontrarle la utilidad, sinceramente, porque lo que realmente se protege el el mobiliario (no suelen atacar a personas) y con la salida de los antidisturbios la cosa no mejora, más, hasta empeora. Puede que esté equivocado y gracias a su actuación realmente la cosa se quedé ahí, en el mobiliario, pero me cuesta creerlo.
Me podréis decir que hay que estar ahí (yo he estado) para saber realmente lo que ocurre. Vale. Me podréis decir que hay que tener la responsabilidad sobre la seguridad del resto de la ciudadanía para poder entender estas actuaciones. Vale. Me podréis decir que la violencia sigue siendo monopolío del Estado y como tal la ejerce cuando considera oportuno en función del bien del conjunto de los ciudadanos. Vale. Pero yo os diré lo mismo: no me gustan los antidisturbios.