
Lo siento, hicimos lo que pudimos, está muerto. Se siente abatido. Había luchado tanto por él. En su cabeza se arremolinan los sentimientos, recordando los buenos momentos, y también los malos, que los hubo, cuando parecían no entenderse. Tantas cosas, tantos recuerdos se lleva. Al menos, susurra, ¿cree que podemos recuperar la información del disco duro?.
4 comentarios:
- Sí, al menos una parte, pero te va a costar una pasta.
Abrazos.
Pero bueno.... ¿es que no nos vamos a poder llevar ni nuestros propios recuerdos cuando nos vayamos definitivamente????
¿Es que también pueden quedarse o despojarnos de lo único que nos pertenece? de lo que fuimos???
Milena, muy, pero que muy interesante tu vuelta de tuerca (¿voluntaria?) puede que la trabaje y te la robe, porqeu claro, el único giro del relato es que parece que hablara de una persona y luego se trata de un ordenador, pero claro, si añadimos algún elemento futurista que invite a pensar que se trata de una persona, sería un más que interesante retorno a la idea primaria. Me gusta. Mucho.
Leyendo el comentario de Milena he recordado este precioso artículo de mi amiga María.
http://minombre.es/mariagomezmar/2005/06/01/la-casa/
LA CASA
¿Quién, me pregunto, se encargará de abrir nuestra casa si la muerte nos pilla desprevenidos a todos? ¿Quién destapará cada cajón, cada cofre, quién descompondrá nuestro desorden antes bajo control? ¿Quién irá desnudando cada armario hasta llegar a nuestra última camisa? ¿Quién tendrá que levantarle las faldas a nuestros muebles y mirará debajo de las alfombras? Nuestra casa, ahí sin paredes, desnuda, abierta, expuesta y vulnerable.
¿Cuánto tiempo resistirán mudos, sin contestar, nuestros mensajes electrónicos? ¿Quién decidirá qué destino se dará a los archivos de nuestro pecé? ¿Qué harán con nuestros artículos guardados para momentos de flaqueza creativa? ¿Adónde irán los muchos poemas inéditos, los de inspiración inconfesable?¿Se vendrán con nosotros a ese espacio tan incierto y desconcertante de la muerte prematura y aleatoria o se quedarán con nuestros herederos? ¿Quién espantará los fantasmas que habitan entre nuestros libros, los leídos, los dedicados, los subrayados, los malditos, los clásicos, los olvidados?
¿Quién se atreverá a diseccionar cada una de las habitaciones del lugar que fue nuestro cuartel general, refugio del pudor, del dolor y del amor? ¿Quién será quien sin querer pueda ver lo que teníamos prohibido enseñar a cualquier ser humano? Qué indefensos se quedan los muertos.
Y qué solos nos quedamos los vivos, pérdida tras pérdida, infatigablemente defendiendo la dignidad de haber nacido y la esperanza cierta de que, sea donde sea, allí, habita otro ángel que nos espera.
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