La oferta era demasiado tentadora. El momento propicio. Una locura decir que no. Por eso aceptó, aunque supusiera estar lejos de su mundo durante casi un año, con la única ayuda de un ordenador, una conexión a Internet y mucho, mucho tiempo. Había participado en otros proyectos lejos de casa, pero nunca tan lejos, nunca tan aislado, nunca por tanto tiempo. Por eso la fiesta de despedida esta vez fue especial. Y la organizó ella, como no podía ser de otro modo. ¿Cómo definirla? Han sido amigos desde que un pupitre de instituto, el azar y cierta y eterna atracción, los uniera veinte años atrás. La tensión sexual entre ellos ha sido una constante, pero quizá por el peso de la amistad o la vida, que los ha ido juntando en los momentos más inoportunos, nunca pasaron de adolescentes encuentros de una noche. Aun así han sido siempre amigos, muy buenos amigos, quizá ella sea su mejor amigo. En la fiesta había otros, porque el poder de seducción de Paula no tiene límites. Esos ojos casi negros como la noche, esos labios capaces de dibujar la sonrisa perfecta, esas curvas sugerentes, esa simpatía natural son capaces de derrumbar cualquier barrera, cualquier prejuicio. Por eso aquella noche estuvieron todos. No faltaron las risas, la música, las drogas, todo lo que una fiesta de despedida que se precie necesita. Avanzada la noche, cuando iban quedando en casa los últimos, unos por voluntad propia, otros porque el alcohol ya no les dejaba otra alternativa, se tumbaron en el sofá a fumarse un porro. Lo hizo ella, porque él estaba demasiado colocado. Hablaron de todo y no hablaron de nada, se recostaron el uno como el otro y lloraron, de risa y de pena. Quiero darte dos cosas, dijo ella, poniéndose muy seria. Vale, intento él contener la risa. La primera es esto. Se acercó, cogiendo su rostro con las manos, y le dio un largo beso, en el que las lenguas apenas se rozaron. Fue un beso tierno, eterno y cálido. No tuvo tiempo de reaccionar, no supo entrever si se trataba de una invitación o de parte de la despedida. ¿Y lo segundo? Esto. Le entregó un cd. Hay una condición, y quiero que me des tu palabra de que así lo harás, no puedes verlo hasta que hayas llegado a la base, hasta que hayas pasado la primera noche allí. Vale. No, vale no, prométemelo por la polla que tienes dura ahora. Vale, te lo prometo por lo que más quiero, como me has pedido. Después la fiesta devino en un cruce de cuerpos resacosos y el amanecer, que entró sin ser invitado por las ventanas que algún desaprensivo dejó descubiertas.
Una semana después estaba en la base, después de un largísimo viaje en casi todos los medios de transporte que uno pueda imaginar. En ese largo periplo varias veces estuvo tentado de encender el portátil y ver el regalo de Paula. Pero se contuvo, total, lo había prometido por su polla, y no es que sea supersticioso pero con esa cosa no se juega.
Durante el primer día, dejando sus cosas, revisando los medidores a controlar, instalándose en la base, el cd estuvo ahí presente. Después de la cena se sintió con fuerzas para verlo. Se acomodó en la cama, encendió el portátil y apareció ella. Sonriente, como siempre, una camiseta ajustada con un escote de vértigo y el silencio. Sí, lo he hecho aposta- se conocen a la perfección- me he puesto este escote para que no te des cuenta de lo nerviosa que estoy y de lo mal que se me da grabarme. Sé que te gustan, así que es la primera parte de mi regalo. Para su sorpresa se quita la camiseta ajustada y le ofrece la maravillosa visión de unos pechos que nunca homenajeó lo suficiente. La erección ha sido inmediata. Espero- continúa en el video- que cumplieras tu promesa y no que ahora tu compañero de avión me esté mirando también los pechos. Espero también que hayas tenido una erección, que de eso se trata. Bien, cuando veas el video entenderás que no me costó mucho encontrar quien me ayudara, pero también fue difícil, por mí, hacerlo, y si lo hice es por ti, porque te quiero, a nuestro modo, y lo hice pensando en ti, que es la única forma en la que se podía hacer. Espero que lo disfrutes, y ella también. Un fundido negro y aparece ella en ropa interior, negra, en una cama, muy probablemente de hotel. La persona que graba está ciertamente nerviosa o no ha usado en su vida una cámara, y aun así la belleza de la estampa le resulta indescriptible, y la erección tan brutal, el corazón tan acelerado, que da al pause y respira. Recupera el aliento mientras se desnuda y se coge la polla, iniciando un sensible movimiento en espera de acontecimientos. Da al play y se deja caer. La cámara va moviéndose de un lado a otro, mientras se escucha una suave música, tal vez jazz, al que Paula es muy aficionada. Con la profesionalidad que no le conocía en estas lides Paula se va desnudando por completo frente a la cámara. Se acaricia los pechos, los labios, el coño, abriendo exageradamente las piernas. ¡ Se ha hecho la brasileña la cabrona ¡ se sorprende a sí mismo diciéndolo en alto. Después de tocarse lo que exigía el guión, con la sobreactuación que requieren estos juegos, se acerca a la cámara, que la sigue allá donde se dirija y se la ve manipular algo con las manos. En ese instante aparece una polla, considerablemente grande, a la que Paula dedica unas primeras caricias. Después unos besos con la lengua, desde abajo a arriba, por la parte inferior. Siempre mirando a la cámara, siempre exagerando la excitación. Después se la mete en la boca. Muy despacio, hasta que entra a la mitad. Con una mano ayuda a la boca en los movimientos, con la otra acaricia, pelliza y estira la piel de los genitales, a los que de vez en cuando, mientras la otra mano sigue piel arriba y abajo, les regala algún lametón. La intensidad de las succiones no varía, si la de los gemidos del cámara. El ritmo es intenso, pero lento, muy lento. Cuando Paula comprende que el desenlace está por llegar, saga la polla de la boca y la deja sobre la lengua, mientras que con la mano sube y baja la piel, muy fuerte y muy despacio. Así llega la primera dentellada, que entra directa a la boca, después la segunda, que se pierde por los labios, y la mejilla, hasta una tercera, que se queda concentrada en la lengua, y alguna que otra más, porque ella sigue el movimiento con su mano, igual de intenso, igual de lento. Después con la punta de la polla juguetea con los restos del orgasmo, llevándoselos a la boca, a los labios, a la lengua hasta que, a modo de dependida, se la vuelve a meter en la boca, como si quiera sacarle hasta el último jugo. Quita la cámara al dueño del semen y autofilmándose, por encima de la música cierra el video con un te quiero, esto es para ti. Y fundido en negro. En ese fundido él también descarga su semen sobre la tripa. Tal ha sido la excitación, el placer, que la primera descarga le ha llegado al rostro, y como si de un juego de hermanamiento se tratara, con la lengua lo lleva hasta sus labios. Esto ocurrió hace unos meses, cuando la primera copia del video estaba todavía en condiciones. Hoy ha hecho la décima de seguridad, porque hasta que vuelva a casa, no quiere sorpresas con el mejor regalo del mundo.