29 de agosto de 2013

MÀS ALLÁ DEL ÉXODO (El poeta de Guardia)

LE DÉJEUNER SUR L'HERBE

Era una tarde luminosa y fresca
en los albores de la primavera.
Ella trajo su "tupperware" de plástico
y yo mi fiambrera de aluminio,
una reliquia digna de un infante.
Tendimos el mantel sobre la hierba
y, pronta, devoró a cara de perro
mi exquisita tortilla de patatas.
-"Estaba algo salada" -dijo, ahíta;
era, aun tan bella, sosa amén de cáustica-.
Fue entonces cuando, unánimes, supimos
que no éramos la una para el otro,
ni, por supuesto, el otro para la una.
Nos dijimos adiós de mutuo acuerdo
sin dilación ni visos de acrimonia,
pero estando ya a punto de perderse
como una exhalación en lontananza,
sentí un vacío acerbo en el estómago
y un vértigo insondable, y aún ignoro
si fueron por el hecho de perderla
o que me había quedado sin almuerzo.

28 de agosto de 2013

HACERSE ENTENDER

Como cada verano, y hace ya más de 20, descanso en una tierra donde el castellano es lengua secundaria. Una lengua que conocen todos, pero que no utilizan a no ser que sea necesario. En estos, ya digo, más de 20 años, me he encontrado con apenas dos personas que no han hecho el más mínimo esfuerzo por hacerse entender. Yo, recién llegado, perdía el interés por su conversación cuando les hacía ver que no les entendía y ellos seguían en sus trece. Desde muy pequeñito soy de los que piensan que el que no quiere hacerse entender no merece el esfuerzo de ser entendido. Pasaron los años y la gente me hablaba en un saltinvanqui castellano-valenciano que solía tener como nexo de unión un "uy perdona". Ahora, que todo el mundo más o menos me conoce y sabe que qué pie cojeo, me hablan directamente o en valenciano o en catalán, o en castellano, según les salga, y, como mucho me miran y confirman "pero tu nos entiendes ¿no?". Así que nuestras conversaciones son así de curiosas, ellos hablan y me hablan en su idioma que yo entiendo y yo les respondo en el mío, que también entienden. Y ahí paz y después unas cervecitas que el frontón nos hace sudar. Ni malicias, ni suspicacias, ni guerras lingüísticas ni mandangas varias. Gente con gente. Y cuando alguien se quiere hacer entender, se hará entender. Y cuando alguien quiere entender, hará todo lo que pueda para que su interlocutor use un idioma común. Después vienen los políticos, y si te pones a su nivel, si te metes en su mundo, y preguntas a los mismos que se hacen entender entre almendras y coronitas, volveremos al conflicto. Así, cada verano, vuelvo a Madrid con la misma idea, que los políticos son como las multinacionales farmacéuticas, aunque ellos no nos quieren enfermos, sino que quieren que haya problemas, conflictos. No tengo claro si es para hacernos creer, que como las píldoras, nos son necesarios, o es que de inútiles que son necesitan cortinas de humo que no nos permitan ver lo innecesarios que son.

MICRO (HUMOR DE OTROS)


22 de agosto de 2013

MÁS ALLÁ DEL ÉXODO (El poeta de guardia)

LA BOTA

“pero siempre habrá alguna
a veces más de una
pisoteando los sueños de los hombres.”

Idea Vilariño

Llegué a pensar que el golpe
de estado militar
se había perpetrado
para la Democracia.
Me costó convencerme
del todo, es cierto, pero
encontré la coartada
para erigirme –aquello
sólo era un mal menor–
en cómplice ideológico
del carro de combate
mancillando las calles,
en la fe, el fanatismo
de los denominados
hermanos musulmanes;
no importaba que hubiesen
accedido al poder
de forma democrática
ni que fuese difícil
o aun puede que imposible
probar que la mayor
parte del pueblo egipcio
se hubiese decidido
por darles las espaldas.
Hoy que la sangre corre
herida por las calles,
asesinada, hoy cuando
las sucias y pesadas
botas de los soldados
patean los testículos,
pisan el cuello, el alma
del pueblo, qué decir:
“Me equivoqué, lo siento,
no volverá a ocurrir.”
Sucederá de nuevo;
no hay mayor fanatismo
que el que, estúpido, esgrime
el hombre occidental,
con su abyecto complejo
de superioridad
y su escasa memoria,
siempre sentando cátedra
y, sobre un decorado
falaz de cartón piedra
uncido a una tramoya
férrea y totalitaria,
queriendo decidir,
arrogante, lo que es
o no es la Democracia.

21 de agosto de 2013

EL CAMPO DE FÚTBOL


Cada tarde era el mismo ritual. Bajaban corriendo la calle que separaba el colegio de sus casas. La mochila golpeando su espalda, con los libros camino del olvido. Besos a las madres, que esperaban con la liturgia de la merienda y la sonrisa. Antes de que el bocadillo hubiera sido un recuerdo ya peloteaban en el campo de tierra, su territorio. Daba igual que amenazara una tormenta tropical, que la nieve hiciera justicia al invierno o que el sol castigara su osadía. Ellos, todas las tardes, organizaban el gran partido de sus vidas. Y se dejaban las rodillas en cada regate, en cada jugada, en cada paradón. Los goles caían de uno y otro lado como hachazos efímeros a los que la chanza del final del partido cubría con el polvo de la camaradería. Un día empezaron los rumores. Al día siguiente llegaron las escavadoras y los operarios. Tranquilos, les dijo un capataz una tarde, cuando bocadillo en mano, observaban atónitos como habían sido invadidos y expulsados de su paraíso de tierra y porterías, el ayuntamiento va a hacer aquí un campo de césped artificial. Entonces el jolgorio fue general ¡ Césped artificial ¡¡ Como los profesionales ¡ No podían dar crédito a la noticia y buscaban en cualquier adulto que se dignaran a escucharles la confirmación de la utopía futbolera. Las heridas de las rodillas cicatrizaban mientras soñaban con deslizarse por la suave y sintética superficie verde. Cada tarde, ya sin balón, se repetía el ritual. Bajaban corriendo la calle, cambiaban mochilas por merienda y bajaban a auditar las obras. Una tarde, les sorprendió un inmenso camión descargando interminables hierros. Eran tantos que no podía ser porterías ¿para qué tantas? A la tarde siguiente, cuando bajaron con el chocolate, la mortadela y el atún entre los dedos, el destino había dibujado una silueta metálica e infranqueable alrededor del ya verde campo. Buscaron al capaz con los ojos para que les diera una explicación. Sí, claro, ahora este campo tan bonito hay que cuidarlo, y para poder usarlo tendréis que reservarlo a un precio razonable en el ayuntamiento. Y así, poco tiempo después, empezó un nuevo ritual. Bajaban corriendo la calle que separaba el colegio de sus casas. La mochila golpeando la espalda. Besos por merienda y bajar a donde antes estaba su reino de tierra para, apoyados en la valla metálica, maldecir un inmaculado, yermo e inútil campo de césped artificial.

MICRO (HUMOR PROPIO)

16 de agosto de 2013

LAS PREGUNTAS DEL PEQUE

- Hijos, tenéis que saber que hay gente con mucho dinero que no es feliz, porque el dinero no da la felicidad.
- Claro que no, mami, la felicidad la da ganar las copas ¿verdad?

 Hugo, cinco años.

15 de agosto de 2013

MÁS ALLÁ DEL ÉXODO (El poeta de guardia)

ULTRAFONDO

Hay días en que tiro casi a rastras
–son los más– de mis piernas batallando
por abrirle camino en la tupida
maraña de las horas sin destino
al barro sin aliento.
Son días de lamento soterrado,
de cansancio y violentas tentaciones
–arrojar la toalla–, de pavor e impotencia:
qué corto es el trayecto y cómo se hace
de largo al comprender que es un efímero
relámpago alumbrado ante el brocal
que se abre al agua turbia del vacío.
En cambio hay otros días –excepciones–
en los cuales mis piernas me transportan,
me llevan en volandas con la fuerza
insólita del águila. Y, entonces,
me siento eternidad y nada importa
que no sea más que un sueño este periplo
estólido y sin meta.

14 de agosto de 2013

PUTOS PEATONES


Prisas. Llegan tarde a la extraescolar. Acelera y primer frenazo: un abuelo en un semáforo. Putos peatones, maldice. Acelera y serpentea. Una mujer arrastrando un carro en un paso de cebra. Putos peatoness. Vuelta a la circulación. Un balón, detrás un niño. Otro frenazo. Putos peatones. Una joven despistada. Putos peatones. Un repartidor en la calzada. Putos peatones. Por fin llegan al destino. Aparcan lejos, ya más tranquilo y sonriente, de la mano de su hijo. Éste le tira del brazo: papi, papi ¿verdad que ahora nosotros somos unos putos peatones?

MICRO (HUMOR PROPIO E INDIGNADO)

8 de agosto de 2013

MÁS ALLÁ DEL ÉXODO (El poeta de guardia)

MISERICORDIA



Nunca te ríes. Nunca.

Tu código secreto

de honor no lo permite.

Sabes bien que, de hacerlo,

todos los hombres, todos

querrían. Y ¡ay!, entonces,

de aquellos que, anhelándolo,

mi amor, más que a la muerte,

no pudiesen, impúdicos,

besar, morder tu boca.

7 de agosto de 2013

JULIO Y EL DICHOSO MANGUITO


Conozco a mi coche como si me hubiera acordado de la madre que lo parió unas cien veces. Conozco sus ruiditos, sus desplantes y su ademanes. Y otra cosa no, pero tiene fuerza. Estos días, en cambio, parecía que se había trasmutado en una furgoneta de reparto. De sus rugidos de adolescente macarra habíamos pasado a largos procesos de aceleración. Además con un indefectible silbidito. Lo llevé al taller. Lo dicho, lo conozco como si sus bielas las hubiera parido yo mismo. Que el coche no tiene fuerza, creo que vamos a tener un manguito por ahí a punto de rajarse. Pero ¿el ordenador ha dicho algo? Ni mu. Ah. Lo probaron, lo revisaron. Que el coche va como un tiro, señor. No seré yo quien discuta con un mecánico y menos si tiene unas manos que parecen un muestrario de po…ya me entiendes. Así que algo más tranquilo, pero con el pistón en la oreja, monté a mi familia y nos fuimos a la costa. Kilómetro 86. El pitido de turno anuncia que el mecánico no tenía razón y que yo soy la madre que lo parió. Al coche, digo. Control motor, acuda al concesionario. Lo que hace el ordenador, que como no pone voz no le ponemos cara, pero es más hijo puta que el de Odisea en el espacio, es rebajar las prestaciones del motor para evitar riesgos. Así que en las cuestas abajo y los llanos íbamos acordes al devenir del resto, pero en las subidas (¡ y mira que las hay ! solo cuando no tienes potencia te das cuenta) íbamos los cuatro montados en una camioneta de helados. Llamamos a mi tío Miguel. Iniesta no estaba lejos. Era viernes ¿podemos encontrar un taller para que le echen un vistazo? Sí, claro. Una hora y media más tarde llegábamos al taller. Julio, que ya estaba avisado, le veía las vergüenzas a otro vehículo, tirado en el suelo. Al vernos se incorporó de inmediato y se interesó por los síntomas ¿Pérdida de fuerza?¿un silbidito? Un manquito roto. Sacó la linterna y le abrió las tripas a mi díscolo hijo de Diessel. Metió la mano aquí, la sacó de allá. Mira, este parece que estaba suelto. Conecta otra vez el ordenador y se limpia el error. Salimos a dar un paseo, y noto que el coche no tiene el brío que atesora, pero el display maldito no se pronuncia. Acelero un poco y el pitidito odioso nos devuelve al taller. Julio tuerce el gesto, pero sin el ánimo frustrado va de nuevo al ataque ¿No te quemas? Sí, pero ya estoy acostumbrado, y si tenemos que esperar a que enfríe no salís ni en tres días. Toca y toca. No da con la clave hasta que sonríe, con la mano metida. Sólo le faltó gritar ¡eureka! Sacó un manguito de menos de 20 centímetros y me enseñó la grieta. Buscó en sus herramientas, encontró uno de la medida, lo adaptó y otra vez el ordenador se mostró generoso: avería limpiada. Espera, me dijo, me doy una vuelta contigo. Me llevó a una carretera donde podríamos pedirle explicaciones al coche. Aceleré como si no hubiera maña y respondió. Pues yo creo que ya lo hemos encontrado. Pues ya me dirás cuanto es. Nada, hombre, nada. Yo sé que en los pueblos las cosas funcionan así, favor con favor se paga, pero yo no soy mi tío y no iba a tener oportunidad de devolverle su profesionalidad y celeridad a la hora de resolver mi emergencia automovilística. Además, soy de los que piensan que el trabajo hay que pagarlo. Así que, no sin discutir un poco, terminé dejando 50 euros sobre la mesa. Volver a la carretera me salió barato: menos de una hora y 50 euros. Las cosas en los pueblos son así ¡¡¡ y me encantan !!!

MICRO (HUMOR PROPIO)

2 de agosto de 2013

LAS PREGUNTAS DEL PEQUE

Os lo dije, yo no soy yo. Enigmática frase de Hugo, cinco años.